lunes, 17 de febrero de 2014

Er Beti

Soy bético, una pasión irracional, (como casi todas las pasiones), que nos une aproximadamente a un millón de personas de toda España y parte del extranjero, según dicen, aunque nadie se ha molestado en contarnos...

De pequeño no lo tenía muy claro, mi padre era muy sevillista, y mi hermano mayor también, y yo me hice del Córdoba porque nos criamos en un precioso pueblo cordobés junto al Guadalquivir, El Carpio, del que me quedan algunos lejanos recuerdos de infancia, pues salí de allí con cinco años.

Lo del Córdoba se me pasó y poco a poco me fue conquistando el Betis, que era el equipo de mi barrio, pues vivíamos cerca del estadio y los goles se escuchaban fuerte y claro desde mi casa. También contribuyó el beticismo de mi madre, aunque jamás fue al estadio, y sobre todo el de mi querido Abuelo Juan, que era militar y había sido fundador del club a principios de siglo. Siempre lo recordaré acostado en su cama, escuchando a su Betis en aquella vieja radio Philips...dónde habrá ido a parar?

Mi padre nos llevaba los domingos por la mañana a Nervión a ver los partidos del Sevilla Atlético, y alguna vez a los del primer equipo. Recuerdo que aquello no me producía ninguna sensación especial, me daba igual, y cuando algo te da igual te termina aburriendo. El fútbol no se puede disfrutar sin pasión, a no ser que veas a Pelé, Maradona, Cruyff o Messi, que han sido los mejores de la historia.

El Sevilla no me conquistó, supongo que porque en aquella época el equipo que tenía no enamoraba a nadie, aunque había buenos jugadores, como Acosta o Berruezo. Recuerdo aquellos partidos, broncos, con el campo embarrado, la gente protestando y todo el mundo vestido con trajes oscuros, corbatas negras...era un club que había sido grande y andaba en horas bajas, y había un ambiente de cabreo en la gente, lo recuerdo todo muy gris, con poca alegría, poco colorido, aquel campo sin terminar...

Entonces empecé a ir al Betis, con un grupo de amigos del barrio, yo tendría 11 o 12 años, y en aquel equipo brillaba Quino, un gran delantero que luego se fue al Valencia y que al cabo de los años se hizo íntimo amigo mío, a pesar de la diferencia de edad. El equipo del Betis tampoco era gran cosa, pero el ambiente era más gamberro, más divertido y la gente iba al fútbol a pasarlo bien y no a protestar, al menos eso me parecía a mi, aunque también había sonoras broncas, pero incluso en las broncas el Betis era distinto.

Siempre me dio la impresión de que ambos equipos representaban a aquellas dos Españas de las que tanto se ha escrito: la del poder y la de la marginación, la de la ciudad y la de los pueblos, la que no quería que nada cambiase y la que soñaba con grandes cambios, la España del orden y la que soñaba con la libertad... Siempre vi al Betis como el equipo de la gente más "vacilona" y también el de la gente de los pueblos, gentes del campo, que para mí representaban el alma noble y pura de Andalucía.


A principios de los 70 llegó al Betis un húngaro llamado Ferenc Szusza,  que fue el encargado de formar aquel mítico equipo que ganó la Copa del Rey en el 77, y cuya alineación nos aprendimos de memoria todos los aficionados españoles de aquella época, en especial su famoso centro del campo: Lopez, Alabanda y Cardeñosa, que se convirtieron en los ídolos de la afición bética y que con el tiempo también se harían amigos míos.

Aquel equipo, de la mano de su Presidente, Nuñez Naranjo, consiguió el milagro de pasar de 6.000 socios a 20.000, venían jugando juntos desde juveniles y lo hacían divinamente, era lo que se dice un equipo, aunque también sufrieron un descenso, justo el año después de ganar la Copa. El Betis siempre ha tenido fama de ser un equipo capaz de grandes hazañas y de tremendas "espantás", por eso le pusieron el apodo de "Currobetis", en referencia al famoso torero Curro Romero, que alternaba tardes de gloria con sonoros sainetes, y que también ha presumido siempre de bético.

Recuerdo que en aquellos años de juventud íbamos mucho a ver al Betis por cualquier rincón de España y hubo una ocasión que me impresionó especialmente. Era un Español-Betis, en el viejo campo de Sarriá, allá por el 79. Yo tenía ya 18 años y me empezaba a dar cuenta de que el Betis era algo más que un club. Cuando entramos al estadio vivimos algo súper emotivo. Había más gente del Betis que del Español, muchas mujeres iban vestidas de flamenca y había banderas verdiblancas por todas partes. La gente cantaba, reía, bailaba y bebía antes de empezar el partido, y cuando el Betis salió al campo, parecía que hubiera salido La Macarena, todo el mundo lloraba, se abrazaba y gritaban vivas al Betis y a Andalucía. Eran los años de la transición y el sentimiento andaluz estaba muy vivo. Muchas de aquellas personas eran de Jaén, de Almería o de cualquier rincón de Andalucía, y se sentían identificados con el Betis como seña de identidad que les acercaba a su añorada tierra.

He visto jugar en el Betis a grandes futbolistas que dejaron una honda huella en la afición, pero para mí, sin duda, fue Gordillo el jugador más importante, el que más hacía vibrar al campo con aquellas galopadas y aquellos centros medidos al área. Aquel chaval canijo y desgarbilado que vimos debutar con los juveniles se convirtió con el tiempo en uno de los mejores del mundo en su puesto y su ejemplo aún perdura entre los jóvenes por su entrega y su espíritu de superación. Junto a él nombres ya míticos como Cardeñosa, Diarte, Morán, Rincón, Anzarda, Ladinsky, o el recientemente fallecido Antonio Benítez, puede que el futbolística más representativo de la esencia del Betis, la cima y la sima, la gloria o el sainete...


El Betis ha pasado por todo tipo de visicitudes a lo largo de su centenaria historia, ha estado a menudo al borde de la desaparición, ha conocido las penurias de la tercera división e incluso ha estado durante años en manos de un sátrapa que lo usaba para sus negocios y lo dejó en la completa ruina, pero siempre ha salido airoso gracias al enorme cariño de su afición. Una afición que conoce como ninguna el sufrimiento y las penalidades y que por eso disfruta con muy poca cosa. Una afición única que siempre le demostró su enorme fidelidad y entrega.

Ahora el Betis pasa por momentos delicados, una vez más. A su penosa situación económica se une el desastre deportivo, o más bien este es consecuencia de aquello, herencia de la época anterior. En un contexto de deporte profesional es muy difícil competir sin una economía fuerte que te sustente. Si a esto le sumamos una situación accionarial inestable como consecuencia de un interminable proceso judicial el resultado es de desastre total. Un club de fútbol no puede ser manejado desde un juzgado, al menos no por tanto tiempo.

Parece que un año más volveremos a dar con nuestros huesos en la segunda división, con lo que eso supone desde el punto de vista económico, social y por supuesto deportivo. Cualquier club en la situación del Betis estaría al borde del colapso total, y probablemente de la desaparición, algo que no ocurrirá en el caso del Betis, que nadie duda de que sobrevivirá y volverá más pronto que tarde al lugar que le corresponde por historia y por apoyo social. Pero en estos difíciles momentos los béticos debemos intentar mantenernos unidos, huir de lo que nos separa y buscar lo que nos une, para que en el futuro nuestros hijos puedan disfrutar también de este sentimiento tan bonito que un día heredamos de nuestros mayores.

Cuando todo se normalice y el club esté en manos de buenos gestores llegarán seguro años felices y el Real Betis Balompié ocupará sin duda un sitio de privilegio entre los grandes de Europa, pero por el momento toca seguir sufriendo, un sufrimiento que dura ya demasiado...

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